¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?

Filosofía significa
“amor a la sabiduría”.
(…) Las matemáticas
son matemáticas, no “amor a los números”; no existe la asignatura de “amor a la
literatura”, sino simple y llanamente literatura. Y en química se estudia la
tabla periódica, sin que a nadie le importe si el estudiante o el químico
tienen aprecio por los elementos alcalinos.
Nos encontramos ahora
con una disciplina que consiste en “amar la sabiduría”. Más bien promete ser lo
contrario, y es posible que acabemos odiando a la dichosa sabiduría esa, y nos
convirtamos en fobósofos, en lugar de
filósofos.
(…) Podríamos decir
que la dichosa Filosofía de la que estamos hablando es algo así como un modo
distinto de ver las cosas, una manera diferente de ver la realidad. No como
algo normal, sino como algo asombroso, tan asombroso como el mundo de los
cuentos, en el que todo es extraordinario y puede uno cruzarse con un conejo
que va hablando (como en “Alicia en el país de las maravillas”) o con calabazas
que se convierten en carrozas, o... O a lo mejor se descubre que es un mundo de
magia, en el que las cosas son así pero podrían ser de otra forma, y no todo el
mundo se da cuenta de ello (somos capaces de acostumbrarnos a cualquier cosa),
y por eso existen los muggles y los magos (Harry Potter).
También cabe que haya
quien descubra que a lo mejor las cosas no son tan maravillosas como estamos
diciendo, sino que a lo mejor estamos en un mundo que es una trampa, en el que
nos están engañando de alguna forma, tal y como descubre el protagonista de
Matrix (...)
Pues bien, tanto unos
como otros tienen en común que no se conforman con ver lo que todo el mundo ve,
o con verlo como todo el mundo. Son capaces (desde Harry Potter hasta el fulano
de Matrix) de “asombrarse” ante la realidad. Lo que para otros es normal, para
ellos es asombroso, bien porque sea algo mágico o maravilloso, o bien porque no
“se fían” sin más de lo que los demás se fían. (…)
En realidad, todos
hemos tenido esta capacidad de asombro en nuestra infancia. Los niños miran
todo con asombro, hasta su propio pie.
(…) Pero no sólo los
niños son capaces de asombrarse. Lo propio de los científicos, de los grandes
sabios, es mirar con asombro lo que los demás ven y contemplan como lo más
natural del mundo. La leyenda de Newton y la manzana es muy ilustrativa al
respecto, (…) mientras que la mayoría sólo fue capaz de obtener de ese golpe
nada más que un chichón (y una manzana), Newton -según la leyenda- empezó a
reflexionar sobre la gravitación universal. Pues bien, esta misma actitud, ese
modo de ver las cosas con un asombro que nos lleva a preguntarnos su porqué es
algo propio de los filósofos.
Es preciso hacer una
aclaración importante: no es lo mismo el asombro (a veces también se llama
admiración: “quedarse admirado o asombrado de algo”) que el estupor. El asombro
es propio de los sabios, de los niños, de artistas, de los que no tienen una
mirada rutinaria del mundo; el estupor es lo que define al estúpido. El estupor
abunda y el asombro escasea, y hay que saber distinguirlos, pues uno y otro
podrían parecer lo mismo a los ojos de muchos.
Ambos, el asombro y
el estupor se producen ante algo que nos supera, que sentimos que se nos escapa
de alguna forma. Cuando estamos asombrados de algo o ante algo nos preguntamos
¿cómo es posible que...? O ¿por qué...? Nos encantaría saber más de lo que
estamos viendo, porque sabemos que hay más (como decíamos antes, lo mágico o
misterioso que existe en las cosas) y vale la pena descubrirlo. Pero el estupor
no tiene nada que ver con esto. El estupefacto se halla igualmente con algo que
le supera, que siente que se le escapa; se encuentra boquiabierto ante una
pizarra llena de números o de palabras que le resultan ininteligibles... pero
no quiere saber nada de eso. Le supera y no le interesa: no hay quien lo
entienda.
(…)
La filosofía se
caracteriza por dos cosas más: reflexiona (se admira) sobre cualquier aspecto
de lo real, incluso sobre toda la realidad en su conjunto, mientras que las
otras ciencias se ocupan únicamente de un aspecto de la realidad (la química,
la física, etc. se ocupan de un objeto muy concreto cada una de ellas). Y
además lo hace desde un punto de vista exclusivamente suyo: las últimas causas.
¿Últimas causas? Se ve que es urgente poner un ejemplo. Vamos a pedir auxilio.
¿Qué es lo que, en el
fondo soy yo? Esta es una de las preguntas filosóficas por excelencia.
(…)
Un químico nos podría
decir que para su ciencia no somos más que unos cuantos litros de agua,
carbono, potasio, sodio, y algunas cosas por el estilo. La química no nos dice
nada más. La medicina responderá que estamos sanos, o bien que somos un
paciente aquejado de tal enfermedad; pero está claro que para responder a las
preguntas que nos estábamos planteando no basta con decir que somos unos
individuos sanos (o que tenemos el colesterol un poco alto), aunque eso sea
cierto. Si cayéramos en un laboratorio de física, y se nos sometiera allí a un
estudio pormenorizado, el instrumental podría facilitar cierta información
acerca de nosotros mismos, como nuestra masa, temperatura, la velocidad de
nuestro movimiento, la respuesta de nuestro cuerpo a las radiaciones, etc.
Todas estas
afirmaciones de las distintas ciencias son ciertas, pero insuficientes. Son
ciertas, pues es innegable que estoy sano, peso setenta kilos, tengo una
cantidad de sodio en mi cuerpo... Pero yo no soy eso; al menos, no lo soy sin
más.
(…) La radicalidad,
el interés por el qué es en último término algo, y no meramente cómo funciona,
o cómo se desarrolla, la pregunta por el porqué último de las cosas es lo que
diferencia una pregunta filosófica de las preguntas de las demás ciencias.
Pero además hay aún
otra diferencia: y es que podemos “filosofar” sobre cualquier aspecto de la
realidad. No tenemos por qué ceñirnos al mundo de las transformaciones de unas
sustancias en otras, como hace la química, o al cómo lograr la salud del cuerpo
humano, o a las alteraciones genéticas, o...
Podemos plantearnos
preguntas filosóficas sobre cualquier aspecto de la realidad, y preguntarnos
qué es, en último término el hombre, qué es el conocimiento y si podemos decir
que un animal o una máquina conocen, qué nos distingue de estos seres, de los
animales y de las máquinas, etc. Es más, podemos también preguntarnos no sólo
por un aspecto de la realidad (por el hombre, por los seres vivos, por si
existe algo distinto a la realidad material que percibimos,...) sino que
también podemos preguntarnos por toda la realidad a la vez.
Podríamos, por
ejemplo, preguntarnos que por qué hay seres y no más bien la nada: es decir si
el mundo requiere una causa que lo explique o bien se basta a sí mismo y no
necesita más explicaciones. O también nos podemos plantear si la realidad es
tal y como la percibimos, o si estamos sumidos en un sueño, un engaño o una
manipulación. (...) Aunque puedan sonar a preguntas un tanto curiosas, son
cuestiones que lleva el ser humano consigo. Preguntas por el sentido y la
totalidad de la vida.
Que nos planteemos
estas cuestiones no nos garantiza que las vayamos a responder. Tal vez
obtengamos respuestas que nos traerán nuevas preguntas. (…)
Recapitulando: hemos
visto que la filosofía es un conocimiento sobre cualquier aspecto de la
realidad por sus últimas causas. Para filosofar, como para realizar cualquier
tarea científica, es necesaria la admiración: no conformarnos con lo que
aparece de la realidad, descubrir lo asombroso que es que las cosas sean tal y
como son.
ACTIVIDAD
1) ¿Qué son el asombro y el estupor? ¿En qué se parecen y en qué se diferencian? ¿Cuál de los dos es propio de la filosofía y la ciencia?
2) Comparar filosofía y ciencia, es decir, mencionar lo que tienen en común y sus diferencias.
3) ¿Qué pensás de la filosofía luego de leer el texto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario